martes, 27 de enero de 2009

Hola

Hola, soy un imbécil que gusta de escribir en francés para escribir cuatro mariconadas con "sentimiento".

Hola, soy un imbécil que parafrasea páginas de libro y se hace el interesante.

Hola, soy un imbécil que habla en un falso lenguaje culto, a pesar de que la mayoría de lo que digo solo sea paja inútil.

Hola, soy un imbécil que no es capaz de tener consideración por las decisiones de los demás.

Hola, soy un imbécil que juega a querer y no querer cuando se arrepiente de esas mismas decisiones.

Hola, soy un imbécil que disfruta mangoneando a la gente, mostrando respeto cero y aludiendo a su inteligencia.

Hola, soy un imbécil que publica su uber-mega-nick en todas partes, como si lo llevase en el D.N.I.

Hola, soy un imbécil que está cuando le apetece, y no está cuando lo necesitan.

Hola, soy un imbécil que se acojona ante acciones que tuvo en un momento inadecuado y llora por ello todo el día.

Hola, soy un imbécil que utiliza argumentaciones inválidas para defender puntos de vista indefendibles.

Hola, soy un imbécil que agrede a aquellos que no le hacen caso, así ayudo a ello.

Hola, soy un imbécil que tiene miedo a tener responsabilidades, y está cómodo desperdiciando su vida por ahí.

Hola, soy un imbécil que compone poesía de dudable valor literario y me enorgullezco de ello.

Hola, soy Roberto, y soy peor que todos ellos.

Edito: No es más que un post cualquiera desahogándome, aquel que quiera hacer su libre interpretación, avisado está de que no tendré piedad.

Un saludo.

viernes, 23 de enero de 2009

Desolation Row

Yes, I received your letter yesterday
(About the time the door knob broke)
When you asked how I was doing
Was that some kind of joke?
All these people that you mention
Yes, I know them, they're quite lame
I had to rearrange their faces
And give them all another name
Right now I can't read too good
Don't send me no more letters no
Not unless you mail them
From Desolation Row




Juro, juro solemnemente que a partir de ahora, mi única meta en la vida, será cargarme a todos los integrantes de "My Chemical Romance" por versionar esta maravillosa obra de Dylan.

Nada más que decir.

martes, 13 de enero de 2009

Textos Aleatorios (III)

Y abrió los ojos. Seguramente era ya el sexto o séptimo intento a la hora de perderse en el otro mundo. No podía, estaba claro. Gotas de agua repiqueteando en la ventana. "Sin duda son las culpables", pensó.

Apartó las ropas de la cama, y sin levantarse de ella, se acercó a la mesa, cogió el móvil y miró la hora. Un suspiro. Puso algo de música, suave, melódica. Cogió su cruz de plata y dejó que la cadena abrazase el cuello. Vistió su jersey azul, descosido y harapiento. Había prometido irse a dormir a cambio de un poco de silencio, pero no podía.

El suelo estaba frío, al igual que la manilla de la puerta. Un pequeño haz de luz proyectado por una pequeña pecera iluminaba el salón, permitiéndole ver lo que había delante. Un mueble estrecho, con pequeñas cristaleras que dejaban pasar la imagen de botellas de alcohol.

Cogió una botella de base cuadrada, cuyas aristas estaban suavizadas. Se sirvió una copa "on the rocks", y se acercó con el vaso a la ventana.

Tras un pequeño trago se puso a observar la lluvia cayendo en la plaza. Inclinó un poco el vaso y miró el fondo. Tras quedarse así unos segundos susurró para sí: "Dos años de mi vida".

Y se los bebió.

domingo, 11 de enero de 2009

En las Calles de la Furia (I)

Yo me crié en las calles de esta ciudad, Road Line (que más tarde sería bautizada como "Blood Line"), creciendo feliz y aprendiendo del sentido por la justicia de mi padre, y con ello, siguiendo sus pasos e ingresando en el cuerpo de policía. Ahora esto ya no es lo que era. El índice de violencia ha subido brutalmente, el alcalde ya no toma cartas en el asunto, en el cuerpo nadie hace nada... Parece que todo el mundo esté comprado.

Cuando entré en el cuerpo, hará un par de años, conocí a un par de compañeros que compartirían muchas cervezas en días venideros. Adam Hunter, un afroamericano bien musculado que practicaba boxeo, y Blaze Fielding, una bella morena que atendía a lecciones de Judo.

Una tarde cualquiera, me disponía a recorrer las calles, sin uniforme (ahora mismo se corría más peligro con el uniforme que vestido de calle) cuando recibí una llamada de Blaze.

-¿Si? - respondí.

-Axel, ¿donde estás? - Dijo Blaze, con voz afligida.

-Por ahí, ¿qué ocurre?

-Ha habido un tiroteo en el cruce de la diecinueve norte con la cero-seis.

En Blood Line, nueve enormes rondas con forma elíptica dividían la ciudad creando núcleos (barrios) tomando como punto central el Ayuntamiento. Con el paso del tiempo, y el aumento de la criminalidad, se daba por hecho que la cero-nueve (sin terminar, en un estado casi desolador) y la cero-ocho eran los lugares peligrosos de la ciudad, pero estos últimos días la frontera de criminalidad había aumentado bastante. Las calles, también tomaban como punto central la linea imaginaria que proyectaba perpendicularmente el ayuntamiento. Las horizontales tomaban números junto con su posición con respecto al ayuntamiento. Si está por encima, norte, por debajo, sur, por lo tanto, la calle diecinueve norte era la decimonovena calle por encima del ayuntamiento. Las calles verticales toman el mismo ejemplo, pero dividiendo entre este y oeste.

"¿La cero-seis? ¿Ya han llegado los disturbios hasta ahí?"

-Axel, ¿Me escuchas? - Blaze interrumpió mis preocupaciones.

-Perdona, Blaze, estaba distraído, voy para allá.

-Axel, hay algo más... - De nuevo, el tono de Blaze no daba las mejores impresiones. - Tu padre ha resultado herido.

Sin dejar salir de mi boca ni una palabra más, colgué el teléfono y caminé dos calles mas allá para montar en mi coche. Pisé el acelerador tan fuerte como apreté los dientes.

La frecuencia de la comisaría no funcionaba, o al menos, no emitía. Ya desde hace unos días, aquellos que aun seguíamos intentando hacer segura esta ciudad, nos comunicábamos entre nosotros por teléfono, hablando siempre en clave para evitar riesgos, por no saber que sindicato o corporación llevaba la telefonía en ese momento.

Aparqué un par de calles más abajo, cogí mi revolver de debajo del asiento, y mis guantes de entrenamiento que uso en clases de karate. Me acerqué con prisa hasta la calle en cuestión, con los ojos bien abiertos, aunque podía guiarme tan solo por el ruido de los disparos.

Cuando di la vuelta a la esquina vi la situación. Me encontraba detrás de un par de punkys que estaban cubiertos por dos contenedores de basura mientras disparaban a un coche patrulla sin luces. Dos policías estaban devolviendo fuego detrás de ese mismo coche, mientras se cubrían de los punkys y de los disparos procedentes de una pizzería que estaba unos pasos más adelante de los contenedores. Había unos cuerpos en el cruce, pero ninguno que me resultase familiar.

Avancé despacio, procurando que los punkys no me descubriesen, en lo que sería un resultado fatal. Cuando alcancé la distancia ideal, guardé mi arma en la funda, y comencé un sprint. Uno de los punkys me oyó y se dio la vuelta, lo suficientemente pronto como para recibir el ardor del roce de la piel con la goma de las suelas de mis zapatillas, a la vez que su cabeza servía de badajo para una campana improvisada con la pared metálica del contenedor, la cual quedó algo manchada de sangre mientras el punky deslizaba su cabeza hasta caer inconsciente. Obviamente alertado, el otro punky se giró hacia mi y disparó. Lamentablemente ya estaba por delante del cañón, momento que aproveché para endosarle un puñetazo en el estómago, agarrarle del brazo y retorcerlo para hacerle soltar el arma. Para que no se olvidase del dolor, le entregué un rodillazo en las costillas seguido de un codazo que le hizo reunirse con Morfeo.

Los policías, libres ahora de una de las amenazas, centraron su fuego sobre la pizzería. El local hacía esquina con la entrada siendo tiroteada, mientras que mantenía un cristal intacto por mi lado. Lo poco que me dejaba ver mi posición, no me mostraba cadáveres, pero si algo de sangre. Para mi sorpresa, un punky se estaba arrastrando bajo el cristal, para llegar hasta una cobertura cerca de la entrada, y... ocasiones como esta no se desaprovechan, ¿verdad?

La bala perforó el cristal que se desmoronaba a trocitos sobre el cadáver del punky y sus sesos desparramados. Guardé mi arma, mientras me pegaba a la pared para esperar a que cesase la lluvia de tiros que utilizaron en respuesta. Esto fue una buena oportunidad para que los policías tuviesen tiempo para realizar algunos disparos precisos, lo cual llevó a escuchar unos cuantos gritos de dolor.

Las señas de los policías me indicaban camino libre. Con cuidado, eché un vistazo al interior. Mesas y sillas tiradas por el local, cristales, sangre y cuerpos; ningún superviviente. Todos estaban muertos, o al menos, no daban señales de vida.

Me colé por el hueco que había dejado el cristal destrozado con sumo cuidado, cuando pude oír un grito que decía: "Sal ahí y... ¡Dispara!" procedente del interior de la cocina. Me tiré detrás de la barra, y pude escuchar como apoyaban algo sobre ella con un pesado ruido metálico. Noté perfectamente el calor del proyectil que se dirigió hacia el coche patrulla. Esa noche, los vecinos no esperaban un asalto a una pizzería, tampoco un tiroteo, ni tampoco víctimas mortales... Pero desde luego, no se esperaban un coche patrulla abollado y ardiendo entrando por la ventana de su segundo piso. Inmediatamente me levanté con el arma en mano y disparé dos tiros, para horror del punky que pasó de expresar una sonrisa sádica a mostrar el horror en cada uno de los músculos de su cara. El impacto de las balas empujó al punky contra una falsa pared que dividía la cocina con el resto del local, rompiéndola y dejando a la vista a otro punky bastante sorprendido. Disparé al maleante otros dos tiros, que esta vez, tocaron en el tabique.

El hombre se agachó y levantó la pistola por encima del agujero y disparó sin mirar, simplemente para ganar algo de tiempo. Rodee la barra mientras el hombre malgastaba munición, y por la puerta de la cocina asomé mi arma y apreté el gatillo. El sonido de un arma cayendo al suelo dio por finalizado el tiroteo con la muerte del último violento. Cargué mi arma mientras me aseguraba de que no hubiese ninguna sorpresa más, y entonces, llamé a Blaze.

-El tiroteo ha finalizado, procedo a buscar a mi padre.

Antes de cualquier respuesta, colgué el teléfono y miré la escena. En la calle había miembros de agentes de policía desperdigados, y en el local, gente de todo tipo, camareros, clientes, críos... Observé un enorme charco de sangre detrás de una mesa. No quise reconocerlo, pero así era. Mi padre estaba allí con un agujero en la garganta, y sin su arma. El muy loco había entrado desarmado, seguramente para negociar, mientras que esos perros lo dejaron seco.

Una sirena se oía cada vez más cerca. Blaze estaba llegando.