lunes, 10 de noviembre de 2008

Textos Aleatorios (II)

Una vez mas, aquí estoy, aferrado a mi espada junto a la inevitable pelea que libraré de un momento a otro. Las filas del enemigo se extienden mas allá de lo que alcanza la vista... parece un desafío imposible, una derrota cantada, un suicidio evidente.

Pero miro a mi izquierda y veo a gente en la que puedo creer, a la que podria confiar mi vida todos los días de la misma. Con los que pelear codo con codo es un placer, como quien practica un deporte natural. Disfrutamos de cada segundo de batalla como si no hubiese un mañana, como si toda esa horda de seres indeseables fuese lo último que ver de nuestras vidas.

Parece que no hay escapatoria, que aquí termina todo por mucho que lo demos todo, que no habrá un nuevo momento en el que me pueda sentir en paz, hasta que llegue mi muerte.

Pero miro a mi derecha y veo a esas personas con las que he compartido muchas batallas y que me han ayudado en innumerables ocasiones a salir de las garras de la muerte. Esas personas con las que he podido compartir el primer aliento tras saber que sobreviviriamos un día mas sin perder la cabeza.

De todas formas, nada parece indicar que esta vez pueda ser así, que pueda volver a dejar mi espada impecable, a la espera de un nuevo brillo a la luz del día. Ninguna señal es capaz de decirme que el cielo nublado vaya a abrirse para acabar con un final feliz, porque no hay finales felices... Porque no hay un final.

Pero me doy la vuelta y alzo mi puño izquierdo lanzando un grito alentador a todos esos hombres que van a dar la vida con nosotros, para que inmediatamente se oiga un rugido... Un rugido provocado por el ruido de nuestras armas desenfundandose para lo que viene a continuación.

Me vuelvo a colocar, preparado, pero esta vez con una sonrisa. Voy a hacer de esto un infierno, y si finalmente me voy, me iré de la mejor de las maneras:

Bien acompañado.